Desde la Plataforma Social de Derechos Humanos, Memoria y Democracia y la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri, en el marco de la Resolución 171/20 del 23 de abril del corriente, por la cual se aprobó el «Protocolo de ingreso a las comunidades indígenas del país para evitar el contagio y la expansión del coronavirus - Covid 19», expresamos cuanto sigue: El Instituto Paraguayo del Indígena (INDI) responde a la emergencia sanitaria generada por la pandemia con un documento legal que otorga mucha autonomía a las autoridades de los territorios indígenas, pero sin que la información necesaria haya llegado a todos los líderes políticos y religiosos de dichas comunidades. Tampoco las autoridades policiales y militares de esos territorios fueron instruidas debidamente en el contenido del Protocolo, por lo que se dieron situaciones en que estos actores del orden público no dejaron salir de sus comunidades a los indígenas ni siquiera para recibir atención a la salud o para el abastecimiento de víveres y medicamentos, ayuda humanitaria o programas sociales. Incluso hubo casos de indígenas que fueron apresados por salir a cazar para alimentar a sus familias, en el marco de una cuarentena obligatoria que genera más desigualdades que beneficios. Lo que este Protocolo logra es el aislamiento definitivo de los pueblos indígenas del país, al no permitir el ingreso de personas extrañas a las comunidades sin otorgar mayores informaciones de procedimiento a los afectados. Esto dificulta además la salida de las autoridades comunitarias encargadas de gestionar necesidades básicas para su pueblo. Existen comunidades indígenas en ambas regiones que siguen esperando recibir los kits de alimentos prometidos por instituciones como el INDI y la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN); la ayuda monetaria que les permitía sobrevivir ya no es suficiente por los altos costos que alcanzan las mercaderías en los centros comerciales, por lo que dependen de estas provisiones que el Estado prometió. En el caso de Chaco la situación es más grave debido a la sequía, la mayoría de las comunidades ya no cuentan siquiera con agua en sus tajamares. El aislamiento provoca hambre, pero mientras que a los indígenas se los recluye, prohibiéndoles incluso diligenciar recursos para sobrevivir, las grandes corporaciones transnacionales siguen talando árboles por miles de hectáreas. En el mismo sentido, en la Región Oriental tampoco hay respeto por la cuarentena por parte de los empresarios sojeros, que siguen invadiendo territorio indígena y envenenado a las personas y al medio ambiente, como si para ellos la pandemia no existiera. En cuanto a comunidades indígenas urbanas, dos de ellas se encuentran en alto riesgo de contagio por la frecuente aglomeración de no indígenas en sus territorios, situación que no está siendo monitoreada por las autoridades correspondientes. La emergencia y las medidas de prevención impuestas por las autoridades merman la calidad de vida de los indígenas, además, en el sentido de que no pueden vender sus productos artesanales ni las hierbas medicinales, ni trabajar en las estancias o como personal de servicio doméstico, ya que todas estas actividades se ven afectadas por la Covid 19. Pasa en todo el país y, sin exagerar, en todo el mundo. Pero frente a eso, deberían existir políticas de Estado para acompañar el contexto de cesantía laboral en los pueblos indígenas, cosa que no ocurre. A poco más de dos meses de instalarse la cuarentena obligatoria, el gobierno central y las autoridades gubernamentales y distritales no se están poniendo a la altura de las circunstancias en cuanto a los pueblos indígenas. Denunciamos estos hechos a los que nuevamente son sometidos los pueblos indígenas, siempre relegados por las políticas de Estado. No se observa un verdadero interés de proteger el bienestar de las comunidades indígenas en términos sanitarios y sociales al no proceder con las comunicaciones debidas. Cabe destacar que la mayoría de los pueblos indígenas se encuentra respetando la cuarentena obligatoria, pero cuando hay que salir porque el hambre aprieta, no queda de otra.
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