La pandemia del coronavirus ha obligado a las personas a encerrarse en sus casas a fin de resguardarse del contagio permitiendo comprender en dosis minúscula lo difÃcil que es el encierro, incluso teniendo a disposición varias comodidades; sin embargo, en Paraguay seis dirigentes campesinos se encuentran encerrados injustamente desde hace casi 14 años en la cárcel de Tacumbú; están privados no solo de su libertad sino de muchÃsimos otros derechos. Los mismos son ArÃstides Vera, Simeón Bordón, AgustÃn Acosta, Gustavo Lezcano, Roque RodrÃguez y Basiliano Cardozo.
Los seis campesinos están encerrados sin que exista alguna razón judicial o jurÃdica que justifique tremenda injusticia, sino más bien su encierro de debe a razones polÃticas; es decir, fueron encarcelados sin que exista un solo elemento que les pudiera vincular con el hecho por el que se les acusa y condena a 35 años por su supuesta participación en la muerte de la hija de un ex presidente de la república. Este hecho fue aprovechado por las autoridades para anular a varias personas y organizaciones acusándoles, sin una sola prueba, de que han tenido participación en el mencionado hecho punible; de esa manera, muchos dirigentes campesinos, educadores populares y miembros de organizaciones sociales y polÃticas no afines al sistema de gobierno han sido encarcelados.
Entre ellos están los seis dirigentes campesinos a quienes las organizaciones populares y de Derechos Humanos del paÃs y de varios otros paÃses denominan presos polÃticos.
Asà como los seis campesinos devenidos en presos polÃticos, hay otras personas que han sido condenadas injustamente. Pero también en la cárcel de Tacumbú y en otras cárceles del paÃs, están recluidas muchas personas que no han sido condenadas; probablemente esos reclusos son inocentes y no pueden demostrarlo porque no cuentan con recursos económicos para pagar a un abogado que les pueda defender jurÃdicamente. El 80 por ciento de la población penitenciaria está compuesta por personas sin condena. Es el motivo principal del hacinamiento.
Este estado de cosas viola derechos fundamentales de miles de personas, sumado a las deplorables condiciones de encierro que constituyen tratos y/o penas inhumanos, degradantes y crueles, prohibidos legalmente. Dichas situaciones padecidas por los sectores populares contrastan con la impunidad de la que gozan los criminales de lesa humanidad en el Paraguay.
Estas realidades evidencian que el Estado paraguayo no busca la justicia. Convierte las cárceles en depósitos infrahumanos donde recluir a los más carenciados y a personas que cuestionan el orden social injusto.
Asà como el Estado no tiene el interés ni la capacidad para determinar quiénes son inocentes o culpables, tampoco tiene la voluntad de resguardar a ciudadanos recluidos en las cárceles. Eso es peligrosamente preocupante, puesto que, en caso de que la infección del coronavirus llegase a ocurrir en el recinto penitenciario, este Estado no podrá tener control sobre la pandemia y muchos seres humanos se enfermarán y probablemente fallecerán.
Además, desde ahà podrÃa contagiar, enfermar o matar (por circulación comunitaria del virus) a un alto porcentaje de la población más cercana, sobre todo sabiendo que el sistema de salud es extremadamente precario, a raÃz de décadas de corrupción y saqueo de recursos del pueblo que debÃan ser destinados para hospitales, médicos y remedios. Los beneficiarios de ese saqueo son los que impunemente están teniendo el control del Estado para seguir beneficiándose de los recursos de todo el paÃs.
En época de pandemia existe una alta posibilidad real de que ocurra una infección general en las cárceles, la cual debe ser tomada en serio por el Estado a fin de emplear todos los recursos necesarios para prevenir dicha situación que podrÃa desembocar en un contagio de toda la zona de alrededor e incluso expandir más su radio de infección de manera más rápida de lo previsto. Pero si el Estado no garantiza la vida ni salud de los internos desde siempre, difÃcilmente pueda hacerlo ahora. Eso es un peligro real para toda la población.
Si el Estado fuese justo, serio y eficiente, los que no reciben todavÃa condena tendrÃan que estar con prisión domiciliaria hasta que reciban condena o concederle la libertad en caso de que sean inocentes. Asà también, los presos polÃticos deberÃan recuperar inmediatamente su plena libertad. Los adultos mayores y quienes padecen alguna enfermedad (fÃsica o psiquiátrica) tendrÃan que estar cumpliendo su condena en sus casas en donde también esos enfermos deben seguir su respectivo tratamiento.
Al implementar estas medidas se evitarÃa el casi extremo hacinamiento o la tan peligrosa aglomeración de personas en las cárceles; eso –además de representar justicia- ayudarÃa a evitar la propagación descontrolada del coronavirus y ayudarÃa bastante al Estado a preparar a los internos para la inserción social de los mismos, una vez cumplida su condena; la población penitenciaria se reducirÃa 80%; al solucionar el problema del hacinamiento, no habrÃa necesidad de construir nuevas cárceles, ya que dichas construcciones costarÃan cuantiosa suma de dinero al Estado (que el pueblo debe pagar), demostrarÃa su incapacidad estatal de impartir justicia a los ciudadanos y perpetuarÃa todos los males descritos arriba.
Este es el momento de accionar racionalmente, respetando los derechos de todos, cuidando la salud de toda la población y construyendo una sociedad más humana donde el motor que mueve todo el engranaje sea la justicia, pues sin justicia no hay democracia.
¡NADIE SUELTA LA MANO DE NADIE!
Libertad a los presos polÃticos y a los demás encarcelados injustamente